Los niños son en extremo curiosos; una característica inherente a su naturaleza en el desarrollo que obedece a la exploración del mundo exterior: aprendiendo de él.
En esa misma curiosidad que, por momentos, pudiera resultar hasta riesgosa, se encuentra la exploración de su cuerpo; y, entre tantas otras cosas, la introducción de objetos extraños a los orificios naturales, como son la boca, la nariz y los oídos.
En ocasiones obedece no solo a “explorar” sino a mitigar, por ejemplo, el prurito (picazón) de cualquiera de los oídos.
Entonces, las cuentitas con las que generalmente juegan en el kínder, los pequeños juguetitos, las chaquiras, las puntas de lápices o de colores, pedacitos de papel, pedacitos de plastilina, piedritas, frijolitos, pilas para reloj… un sinfín de objetos que pueden ser encontrados en la garganta, nariz o los oídos para sorpresa de los padres y el médico cuando deciden ir a consultar.
Lo más importante de todo es la “extracción” y, ésta, la debe realizar únicamente el experto. En estos casos, el especialista en oídos, nariz y garganta, es quien decidirá bajo qué circunstancias óptimas debe acontecer; algunas veces, incluso, dormido el pequeñín.
Fuente: Yucatanmx