Dos años después de haber abandonado el poder en Francia, hundido junto a su partido en el más crítico nivel de impopularidad, François Hollande ha sacado una lección de vida: “Quien quiere gobernar solo, acaba solo”.
Hollande, de 65 años, quedó convencido de que la mejor clave para gobernar es la de “tomar decisiones acompañado, aconsejado y estar en diálogo con los representantes de la sociedad”.
El mayor riesgo al que se expone un presidente que toma solo las decisiones es terminar siendo “el único blanco de la cólera” del pueblo.
Hollande, en cuyo mandato del 2012 al 2017 se registró la mayor cadena de atentados terroristas que causaron 230 muertes en Francia, pagó el precio del rechazo popular desistiendo de ir a la reelección, como se lo permitía la Constitución.
“Como presidente atravesé pruebas terribles de terrorismo, pero me siento orgulloso de que el país tuvo confianza en sus dirigentes para tomar las mejores decisiones”, dice.
La idea de volver
En un conversatorio que mantuvo ayer con cinco directores de medios en el hotel El Embajador, Hollande no ocultó que en su mente le coquetea la idea de intentar un retorno al poder en 2022.
Cuando le pregunté si el poder era tan desierto que carecía de zonas deleitosas, más allá de las brumosas y turbulentas que asedian a todo mandatario, Hollande se tocó la sien por unos segundos con la palma de su mano izquierda, en actitud reflexiva. Y dijo: “No quiero dar una respuesta porque podría desalentar a quienes pretendan en un futuro convertirse en presidentes, porque quizás no saben qué es ser presidente”.
LISTINDIARIO